Rafael Nadal llegó a Roland Garros como candidato, respaldado por el peso de su extraordinaria historia personal en el Grand Slam parisino; aunque también envuelto en dudas sobre lo que realmente iba a poder hacer dentro de la cancha con su pie izquierdo maltrecho, ante los mejores del mundo y en una superficie físicamente muy exigente. Pero terminó dando una demostración enorme de grandeza y resiliencia y dejó en claro que, mientras su tenis esté ahí, no hay rival que pueda hacerle frente sobre el polvo de ladrillo francés, donde se siente como en su propia casa.
El dolor con el convive día a día por esa lesión en el pie que no tiene cura no pudo doblegarlo. Tampoco el noruego Casper Ruud, uno de los mejores jugadores de canchas lentas de la actualidad, que con la frescura de sus 23 años y en su primera final de un major, no estuvo a la altura de la circunstancias y recibió una lección de tenis del mallorquín, que se impuso por 6-3, 6-3 y 6-0 en dos horas y 18 minutos. Y Rafa se fue de París envuelto en gloria, con su 14ª Copa de los Mosqueteros -nadie ganó tanto como él en un mismo Major- y su 22° título “grande” bajo el brazo. También con la incertidumbre de no saber qué le deparará el camino de ahora en más, pero con la seguridad que no se rendirá fácilmente. “No sé qué pasará en el futuro pero voy a seguir luchando para intentar seguir adelante”, afirmó emocionado, con lágrimas de felicidad en los ojos.
“Es muy difícil describir lo que estoy sintiendo en este momento. Nunca me hubiera imaginado que iba a poder estar acá, con 36 años, siendo competitivo de nuevo en la cancha más importante de mi carrera. Significa mucho para mí, me da la energía para seguir peleando“, reconoció el español, que celebró su cumpleaños hace dos días, en la misma jornada en la que venció por abandono a Alexander Zverev para meterse en la final en París por 14ª vez (récord histórico).
La emoción de Nadal tras conquistar su 22° Grand Slam. Foto Thomas SAMSON / AFP
Exactamente 17 años pasaron desde la primera vez que Nadal gritó campeón en el “grande” francés, el lapso más largo de la historia entre la primera y la última consagración de un jugador en este torneo (superó los 15 de Ken Rosewall, entre 1953 y 1968). Fue -pura coincidencia- el 5 de junio de 2005, en su primera aparición en la capital francesa. Con apenas 19 años y también como número cinco del ranking, bajó en semis a Roger Federer, quien por entonces ya lideraba el ranking, y en el duelo decisivo derrotó en cuatro sets a Mariano Puerta.
Desde entonces, con asistencia perfecta, construyó un dominio inigualable en el certamen, uno de los más importantes del tenis mundial. Solo perdió tres partidos en Bois de Boulogne: en los octavos de final de 2009 ante el sueco Robin Soderling, los cuartos de 2015 frente a Novak Djokovic y las semis del año pasado, también ante el serbio (en 2016 no se presentó a jugar en tercera ronda ante Marcel Granollers). Acumula, con su actuación de este año, 112 victorias y, claro, 14 títulos, la misma cantidad que ganó en los cuatro grandes y a lo largo de toda su carrera el estadounidense Pete Sampras, quien hasta la aparición del Big 3 lideraba la lista de máximo campeones en esta categoría.
Esas estadísticas impresionan. Pero más impresiona ver lo que Nadal puede hacer en las canchas francesas con su raqueta, incluso tantos años después de su debut. La final ante Ruud fue un perfecto ejemplo de ello. Porque tras arrancar algo errático, Rafa fue levantando el nivel con el correr de los games -sobre todo con su propio servicio- y terminó pasando por arriba a un rival que pagó caro su inexperiencia y fue superado por la situación.
Agresivo (sumó 37 winners), sólido desde le fondo, peligrosísimo en la red y con una movilidad que hacía olvidar por momentos los problemas físicos que lo acompañan día a día -“No puedo seguir así, compitiendo con el pie infiltrado y dormido”, se lamentó en una entrevista con la televisión francesa antes de la final-; el mallorquín demostró que su tenis sigue vigente y que el paso de los años no aplacó su espíritu competitivo.
“Sumaste tu 14° título acá, el 22° en un Grand Slam. Todos sabemos el campeón que sos. Hoy pude sentir lo que es jugar contra vos en una final… No es fácil. No soy la primera víctima, sé que hubo muchas antes”, lo felicitó el noruego tras la derrota, entre las risas y los aplausos de todos los presentes. “Sos una gran inspiración para mí y para todos los que seguimos el tenis. Espero que continúes por un tiempo más”.
Nadal conquistó su cuarto título en una temporada en la que tiene un récord de 30 triunfos y tres derrotas. Había ganado el ATP 250 de Melbourne, el Australian Open y el ATP 500 de Acapulco, todos sobre cemento. El de París fue el primero de este 2022 en polvo de ladrillo, para extender otra racha histórica. Es que el español lleva ganando al menos un certamen en canchas lentas por 19 años consecutivos, otro reflejo de su longevidad. Y por primera vez en su carrera, conquistó los dos primeros “grandes” del año.
Con el triunfo ante Ruud, Rafa se convirtió en el tercer jugador de la historia en vencer a cuatro top 10 en un mismo Grand Slams, Felix Auger-Aliassime (9°, en octavos), Djokovic (1°, en un épico duelo de cuartos), Zverev (3°, en semis) y Ruud (8°). Antes lo habían hecho el sueco Mats Wilander, al ganar Roland Garros 1982, y Federer, cuando conquistó Australia en 2017. Pero el mallorquín es el único que en su camino al título bajó al número uno del mundo.
Con 36 años y dos días, Rafa es el campeón más veterano de Roland Garros desde 1925, el primer año que el torneo se disputó con jerarquía de Grand Slam, superando la marca de su compatriota Andrés Gimeno, que ganó en 1972 con 34 años y 10 meses.
Su gran actuación en París le permitió además sumar suficientes puntos para dar un pequeño, pero importante, salto en el ranking. Porque este lunes aparecerá en el cuarto escalón (subirá un lugar) y se convertirá en el cuarto jugador de 36 años en ser top 4. ¿Los otros tres? Los australianos Rosewall y Rod Laver y Federer.
Nadal está invicto en finales en París: ganó las 14 que disputó. Foto EFE/EPA/MARTIN DIVISEK
Con más de 20 años de carrera profesional sobre sus espaldas, 92 títulos ATP y esos 22 Grand Slams que lo posicionan -al menos, por ahora- como el Mejor de Todos los Tiempos; Nadal sigue siendo protagonista cada vez que sale a la cancha. Y sigue disfrutando y emocionándose con cada victoria como en sus primeros años en el circuito. Y eso también se vio en París, donde ni bien se concretó su victoria, no pudo contener las lágrimas.
“Estoy muy contento. Ha sido una quincena inolvidable, cada día he mejorado y he jugado una gran final”, celebró poco después. “Esa la victoria más emocionante y la más inesperada de mi carrera”.
“Nunca pensé que iba a conseguir todo lo que conseguí. Nunca consideré que era tan bueno. Yo siempre voy paso a paso, práctica a práctica, siempre con el objetivo de ir mejorando. Ese ha sido mi mentalidad durante toda mi carrera. No entiendo el deporte de otra manera”, afirmó.
“Es simple para mí. Lo que importa no es ser el mejor de la historia, ni los récords ni los títulos. Lo que importa es que yo amo lo que hago. Amo jugar al tenis, la competencia… Yo cumplí mi sueño y conseguí, como Roger y Novak, cosas que no esperaba. Y lo que me motiva no es ganar más Grand Slams que otros, es la pasión por el juego y vivir momentos que nunca me voy a olvidar”.
Inoxidable. Incansable. Imbatible. Nadal conquistó Roland Garros por 14° vez y se fue de París más leyenda que nunca.
La carrera infernal
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La carrera de los Grand Slam que por ahora gana Nadal
La evolución histórica desde el primero hasta el último Roland Garros
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Infografía: Clarín